miércoles, 24 de agosto de 2016

30% Algodón, 60% Sufrimiento

Esta es una historia que escribí en San Valentín para clase de Lengua, ya que se hizo un concurso, yo hice una chorrada "épica" protagonizada por un par de calcetines. Lo quería hacer de algo que estuviera siempre unido y a la vez separado, y me vino, un par de calcetines, pasan las noches juntos, pero de día son separados por nosotros ya que son encerrados en cabinas donde no se pueden ver hasta que llega la hora de desprenderse de ellos y tirarlos en la ropa sucia. 
Espero que os mole (y no lo toméis muy en serio).

Puede que para muchos estas sean fechas de celebración de amor para trozos de carne, ¿regalar una caja de bombones, un ramo de flores, pasear en barca? Yo jamás he experimentado eso, bueno, lo he experimentado, más o menos...

Vivido, sentido y espirado desde abajo, puede que mi trabajo sea un poco peculiar pero lo disfruto igual sólo por verle a el, todas las mañanas, ese amanecer tostado con aroma a café y personas que no se quieren levantar de la cama. Le conocí en un piso, es gris, con dos boquetes muy peculiares, me habló de una forma de la que nadie me había hablado en mi vida, se notaba que su posición en el entorno laboral era muy importante.

Hubo una noche muy especial que no olvidaré nunca, yo tenía mucha vergüenza como para hablarle pero coincidimos en la misma cesta con unas vistas con vistas a unos cuadros muy peculiares hasta que acabamos en un extraño baño que daba vueltas, ahí se consagró nuestra relación.
Esa noche dormimos uno al lado del otro colgados de unas pinzas muy peculiares (todo esto era tan peculiar para mí que abusaba del adjetivo "peculiar").

Al día siguiente ocurrieron algunas de las peores cosas de nuestra vida, nos despertamos muy secos después de una intensa noche, de repente una extraña "trozo de carne" se acercó a nosotros, poco a poco empezó a arrancar las pinzas de mi amado, el pobre suplicaba clemencia pero nadie le escuchaba. Después de eso pasé todo el día llorando.
Esa misma noche regresó, me alegré muchísimo de verle pero algo extraño sucedía, su húmeda sonrisa se había disipado como los "trozos de carne" de los bancos en quiebra, estaba sucio, tenía rasguños y lo más escalofriante, tenía un enorme boquete en su frente.

Yo le gritaba y gritaba pero no me contestaba. Esa noche me hinché a llorar no sólo por su estado, si no porque me sentía culpable por mi incapacidad de actuar por culpa de estas pinzas que sentimos como cuchillos clavándose en nuestras almas. Pasé días llorando desconsolado, se me acercaron algunos a mí, pero yo les rechazaba cruelmente ya que pensaba que no había prenda que pudiera sustituir a mi amado. Un día mi destino llamó y me tocó ser llevada por la "señora trozo de carne". Sentía que mi final estaba muy cerca.

Fui introducida en una cabina muy extraña, era pequeña y maloliente. Acto seguido comenzó a moverse de forma extrema y se escuchaba a gente gritando, entonces todo se paró. Empecé a sentir un dolor extremadamente fuerte y vi que una parte de mi tela fue arrancada. Posteriormente fui cogida por la "señora trozo de carne" y le supliqué que me dejara con mi último aliento, poco a poco cerraba mis ojos y sentí el viento rozando mi delicada tela de 30% de algodón. Caí en una especie de caja de plástico con huecos, giré la vista y allí estaba, mi amado. Mientras que mi tela se desprendía, con mis últimas fuerzas me puse al lado de el para toda la eternidad. Fin.

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